Hace pocos días estuve allí con mi familia y comprobé que seguía siendo el mismo sitio hermoso lleno de visitantes que había visitado en otras ocasiones.
Aunque algunas veces tras visitar el monasterio nos íbamos a comer a los merenderos de la zona cuando aún se podía hacer fuego (hace años que no se puede), normalmente comíamos en la hospedería del monasterio.
La hospedería, no teniendo una carta variada, tenía varios platos exquisitos que hacían más que merecido en viaje hasta allí. Sin embargo, de unos años a esta parte se ha convertido en un simple bar de menú del día con muy poca variedad y un precio excesivo para lo que te dan (por ejemplo de postre: helado de tarrina, no hay tartas y casi nada es casero).
Por tanto, si no lo conoces la visita al monasterio es altamente recomendable por lo que representa, pero la comida, si os gusta comer bien, mejor hacerla en alguno de los pueblos cercanos donde te dan más y mejor por menos.