lunes, 24 de marzo de 2014

Posada Aqua Viva en Castro Urdiales

Hace ya unas semanas que fue oficialmente nuestro aniversario de boda, y Agus me regaló una sesión de spa en la Posada Aqua Viva, en Castro Urdiales. Recuerdos a miles llegaban a nuestra memoria al aparcar nuestro coche allí, tan cerca de lo que fue nuestro antiguo hogar.

La posada resulta acogedora en su conjunto, y el personal fue muy atento y sobre todo paciente con nosotros, habida cuenta de las vicisitudes que tuvimos hasta poder disfrutar plenamente de la sesión (llegamos tarde, olvidamos el traje de baño y hubo que bajar al pueblo a comparar uno, ...).

El recinto habilitado como spa es pequeño: jacuzzi, pequeña piscina de chorros, baño turco, opción de masajes, y posibilidad de infusiones.

La sensación general es que el transcurso del tiempo no ha sido en vano, y hay múltiples cosas que convendría mejorar en lo que a mantenimiento se refiere, para poder mantener el interés de la posible clientela.

A saber:

- En los vestuarios, muchas bombillas estaban fundidas o sencillamente no estaban. Había percheros rotos, y algunas puertas de baños/duchas no cerraban.

- Los chorros de la piscina no funcionaban, o lo hacían muy débilmente. No nos quedó claro si era por un fallo del sistema o porque estábamos solamente dos parejas en ese momento.

- El agua para preparar la infusión no se suministraba caliente. Lo que nos generó la misma duda que en el párrafo anterior.

En definitiva, la posada es bonita, y en su momento fue una estupenda opción para relajarse. Probablemente lo seguirá siendo, pero desde nuestro punto de vista no estaría mal una sesión de mantenimiento para lavarle la cara y no dejar al visitante la sensación de que ha estado bien, pero hubiera estado mejor si...

Apartamentos Rincones del Vino en Ezcaray

Este fin de semana hemos pasado una estancia sumamente agradable en Ezcaray, con motivo de nuestro sexto aniversario. Mi objetivo, que Agus, amante empedernido de esta localidad montañera, conservara para siempre el grato recuerdo de ver en él a sus hijas Leire y June, tocar la nieve por primera vez.

Sin duda, uno de los elementos que ha contribuido a que mis expectativas quedaran más que satisfechas, fue sin duda la elección del alojamiento. No fue algo premeditado, confieso que la elección fue sencillamente porque, pese a la crisis, no había ningún sitio libre de los que ya conocía, y las imágenes de estos apartamentos, así como las opiniones, no tenían mala pinta.

Y vaya que no la tenían.

Sencillamente, perfectos. Recientemente inaugurados, el acceso a los apartamentos se hace por un antiguo portón de madera que nos conduce a una galería exterior con una casita donde se albergan los encargados, y un pozo a la antigua usanza.

Los apartamentos, equipados al detalle, en nuestro caso un ático de dos habitaciones y un espacio diáfano que hacía las veces de salón y de cocina-comedor, equipado con todo lo imaginable.

Servicio de café y galletas a nuestra disposición. Así como bañera y cuna, trona y alfombra de juegos si hubiera sido preciso, sin cargo (en el caso de la cuna, si llevábamos nosotros la ropa de cama). Así como un 10% de descuento en el restaurante, en el supuesto de utilizarlo.

Flanqueado por ventanales en toda la estancia, muy luminoso, con muchos, muchos detalles que lo personalizaban sin caer en la exageración.

¿Pegas? Ninguna. Tal vez la cama de matrimonio un poco pequeña, y que no había horno, lo que trastocó un poco la cena. Pero detalles nimios al fin y al cabo, que no deslucen en absoluto un entorno sumamente recomendable, para repetir si hay opción, sin dudarlo.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Restaurante La Arboleda en Castro Urdiales

Castro Urdiales siempre me ha deparado gratas sorpresas. Y aún hoy, cuando pasan ya dos años desde que lo abandonamos, con mucha morriña que aún me lastra, es capaz de sorprenderme.

En esta ocasión, fue en nuestro sexto aniversario de bodas, que Agus tuvo el enorme acierto de celebrar con una placentera comida en el restaurante La Arboleda, en la calle Ardigales, en pleno hervidero de este hermoso pueblo pesquero.

Confieso que esta era la opción que menos posibilidades tenía de entrar en mi baraja de posibles destinos gastronómicos para esa fecha señalada. Un local que había pasado de largo en tantas ocasiones, desapercibido a mis sentidos en medio de una inmensa oferta culinaria de lo más variada.

Y sin embargo, ahí estaba.

El local respira cercanía y familiaridad. Tal vez un poco pequeño, pero como dice aquel, en frasco pequeño está el mejor perfume. Tal vez las mesas un poco juntas unas con otras, pero una vez inmerso en el desfile de platos, la verdad es que no te das cuenta de quién está a tu lado.

Destaco el servicio, excelente, una atención permanente y correcta, que resulta cercana y familiar sin caer en el empalago. Ciertamente se agradece esta forma de tratar al personal, frente a pijerías de restaurantes cool, que tratan al cliente con corrección pero con tanta frialdad, que parece que dan más atención al plato que a quien lo va a degustar.

Nosotros íbamos de la mano virtual de Jaume, y desde aquí tengo que agradecerle su recomendación. El desfile de platos fue espectacular: jamón cortado a cuchillo, chopitos, almejas finas, gambas de Huelva, nécora a la plancha, pulpo a la gallega, foie templado con sus confituras, un rodaballo al horno que saltaban las lágrimas... Acompañado de un albariño en su punto. Todo estaba perfecto, me gustaron especialmente las confituras que acompañaban al foie, en concreto la de naranja, con un contraste de sabores y texturas que no había probado hasta ahora. El pulpo estaba perfecto, así como la nécora y las almejas, y eso que no soy muy amiga de ellas.

Como colofón, el postre. Una tarta de la pastelería Baranda, en mi opinión la mejor de Castro Urdiales. La verdad es que la variedad de postre no hace justicia a la calidad del menú en general que ofrece el restaurante. Quiero decir con esto que aunque la tarta estaba buena, se echaba de menos un poco más de variedad. Eso sí, las bolas de helado (vainilla y coco), nos encantaron. Cremosas, sin hielo... deliciosas.

Para terminar, café y chupito regalo de la casa que desistimos amablemente porque el deber nos llamaba (recoger a las peques).

En resumen, un restaurante más que recomendable para darse un homenaje y salir bien comido, sin sensación de haber zampado para el resto de tu vida, y con ganas de volver y seguir buceando en el buen hacer de la cocina de La Arboleda.