Castro Urdiales siempre me ha deparado gratas sorpresas. Y aún hoy, cuando pasan ya dos años desde que lo abandonamos, con mucha morriña que aún me lastra, es capaz de sorprenderme.
En esta ocasión, fue en nuestro sexto aniversario de bodas, que Agus tuvo el enorme acierto de celebrar con una placentera comida en el restaurante La Arboleda, en la calle Ardigales, en pleno hervidero de este hermoso pueblo pesquero.
Confieso que esta era la opción que menos posibilidades tenía de entrar en mi baraja de posibles destinos gastronómicos para esa fecha señalada. Un local que había pasado de largo en tantas ocasiones, desapercibido a mis sentidos en medio de una inmensa oferta culinaria de lo más variada.
Y sin embargo, ahí estaba.
El local respira cercanía y familiaridad. Tal vez un poco pequeño, pero como dice aquel, en frasco pequeño está el mejor perfume. Tal vez las mesas un poco juntas unas con otras, pero una vez inmerso en el desfile de platos, la verdad es que no te das cuenta de quién está a tu lado.
Destaco el servicio, excelente, una atención permanente y correcta, que resulta cercana y familiar sin caer en el empalago. Ciertamente se agradece esta forma de tratar al personal, frente a pijerías de restaurantes cool, que tratan al cliente con corrección pero con tanta frialdad, que parece que dan más atención al plato que a quien lo va a degustar.
Nosotros íbamos de la mano virtual de Jaume, y desde aquí tengo que agradecerle su recomendación. El desfile de platos fue espectacular: jamón cortado a cuchillo, chopitos, almejas finas, gambas de Huelva, nécora a la plancha, pulpo a la gallega, foie templado con sus confituras, un rodaballo al horno que saltaban las lágrimas... Acompañado de un albariño en su punto. Todo estaba perfecto, me gustaron especialmente las confituras que acompañaban al foie, en concreto la de naranja, con un contraste de sabores y texturas que no había probado hasta ahora. El pulpo estaba perfecto, así como la nécora y las almejas, y eso que no soy muy amiga de ellas.
Como colofón, el postre. Una tarta de la pastelería Baranda, en mi opinión la mejor de Castro Urdiales. La verdad es que la variedad de postre no hace justicia a la calidad del menú en general que ofrece el restaurante. Quiero decir con esto que aunque la tarta estaba buena, se echaba de menos un poco más de variedad. Eso sí, las bolas de helado (vainilla y coco), nos encantaron. Cremosas, sin hielo... deliciosas.
Para terminar, café y chupito regalo de la casa que desistimos amablemente porque el deber nos llamaba (recoger a las peques).
En resumen, un restaurante más que recomendable para darse un homenaje y salir bien comido, sin sensación de haber zampado para el resto de tu vida, y con ganas de volver y seguir buceando en el buen hacer de la cocina de La Arboleda.
Un placer haber colaborado con vosotros en hacer ese día un poquito más especial.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
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