Tengo que decir que, sin duda, acertamos con la elección. Y eso que el tiempo no acompañó y no permitió disfrutar de los jardines y zonas de terraza de que dispone este restaurante, conocido popularmente por ser punto de encuentro de bodas y celebraciones similares.
Para empezar, el personal nos atendió de una manera exquisita. No sé si fue porque siempre es así, o porque apenas había gente, no más de cuatro mesas en nuestro comedor.
Personalmente opté por el surtido de ibéricos como primero, y de segundo, un milhojas de bacalao con txangurro. Y postre, cuajada casera, con una excelente presentación (ya sabéis que me pierden los postres). Mi marido optó por alcachofas con almejas en salsa verde, cordero asado, y también cuajada. Otros probaron el confit de pato, el entrecotte, el mero a la donostiarra o la merluza a la plancha. Todo espectacular.
Las peques tuvieron un menú infantil digno del gran Bilbao: gigantesco plato de croquetas cuadradas para empezar, y luego, filete con patatas, o pescado, a elegir. También, muy bueno.
En resumen, una elección que nos ha sorprendido y que sin duda repetiremos.
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