Teníamos pensado ir a comer por la zona de Cantabria, y nos costó bastante encontrar un sitio abierto de entre todos los que estuvimos barajando, ya que muchos o no abrían en domingo, o estaban cerrados hasta finales de marzo. Nos pareció un poco extraño, pero al menos nos sirvió para tomar nota de un par de locales con muy buena pinta que espero poder visitar más pronto que tarde.
Finalmente nos decidimos por el restaurante del hotel San Román de Escalante, un espacio gastronómico y hostelero sumamente recomendable por el entorno, el espacio en sí y cómo no, por su restaurante.
Me llamó la atención en primer lugar la originalidad en la disposición de sus habitaciones, pequeñas casitas cuyos nombres responden a pueblos de Cantabria. Invitaban a una sugerente estancia.
El hotel se distribuye en pequeños edificios, por un lado las habitaciones como he comentado, y luego un edificio para la recepción, y otro para el restaurante. Todo ello rodeado de inmensos jardines y una terraza donde apetece dejar pasar las horas de la mano de una interesante tertulia.
El comedor donde estuvimos comiendo es pequeño, no más de media docena de mesas, jalonadas por cuadros de diferentes estilos en lo que sugiere pudo ser una pequeña capilla. La chimenea da una sensación acogedora y el servicio, también.
Aunque existía la posibilidad de un menú degustación, nos decidimos por elegir directamente de la carta, ya que al final haciendo cuentas, y teniendo en cuenta que el menú no incluía la bebida, tampoco salía mucho más caro.
La carta no es muy extensa, aunque considerando el tamaño del comedor, seguramente es la mejor opción. Los platos son bien presentados, a una temperatura perfecta, en cantidades adecuadas y respetando los tiempos para poder degustarlos con tranquilidad. Hay que señalar que además tienen platos fuera de la carta, lo que le da un punto de "misterio" a la carta ;-).
Nos sirvieron de aperitivo una crema de calabaza con curry, muy rica.
Como entrante elegimos unas anchoas de Santoña con crema de aguacate y piquillos. Creo que no había probado antes estas afamadas anchoas y me encantaron. En su presentación, en su textura, en su sabor... Deliciosas.
Después, Agus eligió un huevo de corral sobre hongos y yo un arroz cremoso con langostinos. Deliciosos.
Y de segundos, lenguado a la plancha y ciervo con mostaza a la antigua, miel y crema de castañas. Muy bueno, en su justa medida, de sabor exquisito.
Los postres, una espuma de chocolate blanco que nos sorprendió con un helado de calabaza, y un brioche con helado de turrón que volvió a jugar con las texturas del sobao cántabro, que tan buenas experiencias nos ha venido dando.
En suma, un restaurante para repetir y para recomendar, con una relación calidad-precio muy aceptable y una carta atractiva para pasar una jornada gastronómica para recordar.
Me lo apunto para una próxima visita...
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